martes, 24 de noviembre de 2015

Análisis de ventas II, por José Luis Elgueta

El propósito de toda empresa comercial es la ganancia.

Sí. Esta es la manera más simple y concreta de justificar los riesgos que los emprendedores debemos aceptar cuando decidimos crear y desarrollar una empresa: obtener algo mayor o mejor a cambio de lo que aportamos en el inicio. Generalmente: ganancias.

Sabido es que en la creación de una nueva empresa se aporta principalmente dinero. Por eso, en términos financieros existe lo que se conoce como inversión. Aunque en el estado de resultados también existen las pérdidas y ganancias.

Sin embargo, más allá de dinero, crear una empresa también nos exige trabajo.

De tal suerte, ser emprendedor e iniciar un negocio requiere que nos ocupemos verdaderamente en él, con el propósito de más allá de tan solo iniciarlo, pues tal es sumamente fácil, hacerlo crecer, desarrollarlo y consolidarlo en el mercado como una empresa comercial exitosa.

Tal ocuparnos en el negocio resulta tan necesario la mayor parte del tiempo que nos exige olvidarnos de algún cómodo horario de trabajo fijo y fines de semana libres para el ocio y la distracción. Sí. Un negocio propio nos exige, la mayor de las veces, muchísimo más tiempo de ocupación que empleo alguno. De hecho, si le preguntamos a otros emprendedores, nos responderán que dedican 24 horas al día, los 365 días del año, en la atención, cuidado, desarrollo e intento de consolidación de su empresa.

Por supuesto, conforme la nueva empresa empieza a consolidarse en el mercado, podemos llegar a disponer de algún tiempo extra, sin embargo, siempre la tendremos en mente. En la primera posición del pensamiento. Así, de ser el caso que casualmente veamos algo por ahí o por allá, inmediatamente pensaremos en cómo aprovecharlo en nuestro negocio. Incluso, en cómo hacer para que funcione de mejor manera. Y podremos verlo o escucharlo en la calle, en la televisión, el internet, los diarios o en la radio, o en cualquier otro momento y lugar, tal en un velatorio, en una fiesta, en un crucero por el caribe o en una excursión a las montañas, que siempre acaparará nuestra atención, pues como verdaderos padres de la criatura, perennemente tendremos en la primera fila de pensamiento a nuestra empresa.

Los emprendedores vacacionamos en tanto trabajamos, y trabajamos en tanto vacacionamos.   

Como consecuencia de ese fuerte arraigo e importancia del negocio en nuestra mente, debemos ser también poseedores de mucha fortaleza anímica, constantemente, pues sea lo que sea, suceda lo que suceda en nuestra empresa, esta siempre es y será algo muy propio, sumamente personal, y por ende, difícil de que resulte de interés con el mismo grado de intensidad para quienes nos rodean. No todo mundo está perennemente inmerso o vive con la ilusión tan grande por la empresa propia como nosotros, sus verdaderos gestores.

De tal suerte, nuestro riesgo como emprendedores no se limita a la pérdida de dinero. Aunque es lo único que se contabiliza.

Al ser algo tan personal, y con tantas exigencias humana y emocional, los emprendedores corremos riesgos también con nuestra salud, tanto física como mental, con nuestro ámbito social y hasta con nuestra familia. Y es que para muchos, un fracaso comercial es un estigma. Una carga a las espaldas que frustra y avergüenza, aunque los emprendedores añejos, y por ende auténticos, sabemos que todo fracaso comercial es un aprendizaje. Una experiencia invaluable para un nuevo intento. Lo hemos vivido durante no pocas ocasiones, sin duda alguna.

Pero bueno, sí. Dados los riesgos financieros, de salud, emocionales, sociales y hasta familiares que iniciar un negocio implica, el propósito del mismo no puede ser menos que el logro de una mejora en el nivel de vida de quien lo emprende, y para ello necesita obtener más dinero del que en principio aporta. Un negocio tiene que ser un ente generador de dinero. De utilidades. De regalías. De réditos. De ganancias. Y éstas, mucho más allá del dinero inicialmente aportado, deben compensar también el trabajo y el tiempo empleados así como los otros riesgos señalados.


Es el objetivo, claro, aunque no pocas veces, inalcanzable, y peor aún, generador de grandes debacles. Recordemos que según estadísticas mundiales, el 90% de nuevos negocios fracasa.   

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